¿Es el hombre un ser inacabado o incompleto como
pretende Gehlen, un ser que a diferencia de los otros animales no nace en
ningún medio natural que le sea específico? ¿Es esta circunstancia la que le ha
obligado, valiéndose de sus capacidades, a crearse su propio medio, sea cual
fuere el punto del planeta en que haya tenido que desarrollar su vida sin que
por ello pueda afirmarse que su proceso evolutivo haya terminado?
Asesino o curandero,
navegante o agricultor, inventor o poeta, etc. teniendo tras de sí una larga
noche que se mide por milenios, a pesar, en suma, de sus formidables conquistas se enfrenta hoy a
un futuro incierto.
Sobre
estas cuestiones se medita en estos versos.
PRINCIPIO
(Habla el hombre)
Oscuro es mi pasado; mi devenir, incierto.
Sé que un poder ignoto en su
puño me aferra:
¿Llevo en mi carne herida, como
un extraño injerto,
Esa sed de infinito por la que
nunca acierto
A estar en armonía con la voz
de la tierra?
He muerto ya mil veces y mil
veces nacido.
Mas si buscáis mi origen indagaréis
en vano.
Conozco la alegría y conozco el
gemido;
¿Mas puede alguien decirme por qué razón
coincido
A veces con el águila; y otras,
con el gusano?
¿Perdí ya el paraíso en esa edad lejana,
En la que sólo fui una criatura
inerme,
Cuando bajé del árbol y erré
por la sabana,
Y con hachas y flechas aprendí
a defenderme,
En tanto que alcanzaba la
condición humana?
¿Quién puede en el pasado
señalar la frontera
Desde la que pasé de ser un
carroñero
Que arrebataba aullando sus
presas a la fiera,
A convertir el fuego en el fiel
compañero
Que iluminó mis noches y
confortó mi espera?
Con él cocí la carne y trabajé la arcilla,
Y luego en la caverna
representé al bisonte;
Y es del todo imposible, por
más que me remonte
En el curso del tiempo, saber
desde qué orilla
Vislumbré nuevos mundos tras el
vasto horizonte.
Sentí que copulando se alcanza
el infinito,
Pues esa incandescencia con el
sol nos enlaza;
Y al inventar los dioses me convertí en maldito,
Pues todavía ignoro por qué
les solicito
Que ellos mismos me libren de
su oscura amenaza.
Me asenté junto al río, o hallé abrigo en la
cueva,
Rendí culto a los muertos y
les di sepultura,
Y así como la nube, sin que el
viento la mueva,
A través de milenios mi paso
es la aventura
En la que cada reto me fue
poniendo a prueba.
Por ello exterminé o fui
exterminado,
Por ello atravesé glaciares y
desiertos;
Y con danzas y ritos, sin cesar he buscado,
Más allá de mis límites,
alcanzar ese estado
En el que se convive en calma con los
muertos.
.
Sonido tras sonido, tras un
lento ensamblaje,
Conforme se fue abriendo a
este mundo mi mente,
Como si oculto en él me
aguardara un mensaje,
Comencé a descifrarlo a
través del lenguaje
A manera de un niño con
lengua balbuciente.
Y si pasado el tiempo, descubrí
los metales
Con los que fabriqué nuevas
armas de guerra,
Armas que me han servido para
agravar mis males;
Aunque ya desde tiempos remotos
los mortales
Regaron con su sangre muchas
veces la tierra.
Y para subsistir, con el
poder del hierro
Domestiqué animales, sometiendo
a mi ley
Al cerdo y al caballo, al
cordero y al buey,
E incluso hallé un amigo
siempre fiel en el perro…
Y entonces, insensato, llegué
a creerme rey.
No entendí como un don, sino
como un castigo,
El trabajar la tierra y
esparcir la simiente,
Para que de su seno, tras su
labor paciente,
Germinara y creciera la
cebada y el trigo
Regados por las lluvias y el
sudor de mi frente.
Más tarde formé parte de los
viejos imperios.
Fui esclavo en Babilonia o
arquitecto en Egipto,
Lloré sin esperanza en largos
cautiverios,
En Roma fui plebeyo o fui
padre conscripto
E incluso el iniciado en sagrados
misterios.
Se repite que soy un ser
inacabado,
Que ignoro hacia qué meta mis
pasos me dirigen,
Si asciendo con mis actos o en
ellos me degrado…
Incierto es mi destino, si oscuro
fue mi origen;
No alcanzo a adivinar cuál
será mi legado.
Y CON
UNA QUIJADA ASESINÉ A MI HERMANO
Y con
una quijada asesiné a mi hermano.
Y por ello maldito, con
un signo en la frente,
Expulso del Edén, hacia un lugar de
oriente,
Hasta encontrar asiento
en un país lejano
Anduve fugitivo
huyendo de la gente.
Fue así como inicié, por
envidia o por odio,
La epopeya del crimen,
dejando ensangrentada
Tras mi paso la tierra, hasta
entonces sagrada,
Convirtiendo la historia en el triste
episodio
Que trama la demencia y que sella la
espada.
Nada me ha detenido, a
nadie he perdonado,
Acosé a mi enemigo hasta verlo deshecho,
Hundí inmisericorde el
acero en su pecho
Incendié su morada, le arrebaté
el ganado;
Fue así como la fuerza se convirtió en
derecho.
Y con la cobardía que a
la insania acompaña,
Acechando paciente
la ocasión favorable,
Igual que en su guarida se aplasta a la
alimaña,
Yo aceché a mi enemigo
y lo maté con saña
Sin alcanzar siquiera a
sentirme culpable.
Con puñal o con bala, con dogal o veneno,
Cual hijo de Caín, es
decir, como humano,
Con cólera y sin pena asesiné a mi
hermano;
He amasado mi gloria con
llanto, sangre y cieno:
Es esta mi
grandeza y por ella me ufano.
………………………
¿Quién mide el sufrimiento? ¿Quién
premia o quién castiga
Al que promueve
el odio y al que afila la espada;
Al que en vez de curarte
te aflige con la ortiga;
Al que escupe y humilla; al que encona y degrada;
Y al que a su
hermano niega una mirada amiga?
YO DESCORRÍ LOS VELOS…
Yo descorrí los velos que
nadie ha descorrido,
Mi mano aferró al rayo,
mi pie encendió el desierto,
Apostrofé con ira al
pueblo envilecido:
Sé que este mundo es
falso y que el báratro es cierto.
Mi voz se alzó tronante
en pasadas edades.
Me hablaron los
arcángeles, escuché sus trompetas,
Predije las desdichas y
las adversidades:
Yo padecí el destino
fatal de los profetas.
Desaprobé al injusto,
maldije al fornicario,
Recriminé al idólatra, denuncié al
avariento,
Me alcé frente al
soberbio, execré al sanguinario:
Lo que llamáis poder no
tiene fundamento.
E infamia tras infamia,
locura tras locura,
Abuso tras abuso, mentira
tras mentira…
Los hombres se han
labrado su propia desventura.
Y el mundo es como un
loco que aúlla y que delira.
Mas no habrá asesinato
que quede sin castigo,
Quien mató con la espada,
morirá por la espada;
Vagará siempre errante
sin encontrar abrigo
Quien dejó tras de sí la tierra ensangrentada.
Veréis aniquilarse no
sólo las naciones,
Sino padres e hijos en
sangrientas querellas,
Y veréis con espanto que
en las constelaciones
También enloquecidas se
enfrentan las estrellas.
Y veréis cómo el fuego
con su acción destructora
Arrasa los hogares y
ahuyenta los ganados;
La noche se hará eterna,
y no esperéis la aurora
Ni en las ciudades muertas ni en los
campos quemados.
No quedará de pie ni
siquiera una torre
En la que el hombre
muestre su grandeza irrisoria;
Pues está por llegar un
arcángel que borre
De la faz de esta tierra
las huellas de la historia.
Y así, sin darme tregua,
voy por calles y plazas
Por valles y montañas,
por prados y desiertos,
Prediciendo desastres,
profiriendo amenazas,
Pues creyéndose vivos,
ha tiempo que están muertos.
Mi boca es una llaga, mi
voz un alarido.
Predicando la paz encenderé
la guerra,
De nada servirá ni el ruego ni el gemido,
Ante el poder sin nombre
que asolará esta tierra.
Porque la gloria es humo,
y todo imperio, viento.
Porque el placer es nada
y la ambición, locura.
Y porque vuestro dios es
tan sólo excremento
Y porque en vuestros
labios la plegaria es impura.
Yo he visto lo que pocos
en este mundo han visto,
Hablé como habló Buda, luché como Mahoma,
He sido Zoroastro y he
sido Jesucristo,
En fin, he sido el
águila y también la paloma.
Quise sumir la tierra en
mi propia quimera.
Mirad: soy una estrella
que fulgura en un pozo.
Reíd, reíd, mortales:
vivís en la ceguera
Sin ver que se aproxima el día del
sollozo.
ES HORA YA, ME DIJE…
Es
hora ya, me dije, de que el éxodo afrontes,
De que te armes de
audacia y que aprestes tus naves,
¿No sientes que te
oprimen con su cerco estos montes?
Navega hacia la meta que te
marcan las aves,
Pues se abren ante ti
todos los horizontes.
Antes de que amanezca
ponte presto en franquía.
Mantén firme el timón y
enarbola las velas.
Avanza decidido hacia
la lejanía.
Tras ella están los
reinos que conquistar anhelas
Y acaso una Florida te
espera todavía.
Navega sin temor, bajo
el sol o entre el hielo,
No te arredren las
noches con sus desolaciones,
Ni siquiera los rayos
que desgarran el cielo;
Si al rayo que fulmina
tu voluntad le opones
Han de abrirse las alas que sostendrán tu vuelo.
Y audaz, ya hace
milenios, me aventuré a los mares,
Ya a merced de una
balsa o una frágil canoa,
Con tal obstinación, que no
quedan lugares
Hacia los que mi arrojo,
unido a los azares,
En que no haya en el
tiempo enfilado mi proa.
Y así me fui asentando a
lo ancho del planeta,
Siguiendo a las
estrellas, siempre hacia lo lejano,
Y allí donde sin nombre
me aguardara una meta,
Hasta allí me condujo, igual
que a la saeta,
El impulso del brazo y
el tino de la mano.
Descubrí con asombro inmensos
continentes,
Traspuse cordilleras y atravesé
desiertos,
Me adentré por las
selvas o por campos abiertos,
Me asenté entre las
nieves o en páramos ardientes:
Y siempre tras mi paso
fui enterrando a mis muertos,
Si en audaz aventura
conquisté el vellocino,
Si tras mil peripecias culminé mi odisea,
Yo fui quien dio a la
tierra conciencia de un destino
En medio de los astros, en ese torbellino
En el que un dios sin
nombre radiante parpadea.
Yo pisé las arenas de orillas
nunca holladas,
O me estrellé en las
rocas flotando a la deriva,
O bien hallé refugio en puertos
o ensenadas,
O en las playas remotas he seguido pisadas
De alguien que tras las
mías de igual manera iba.
Ved el mar sometido al
arrogante imperio
De quienes sólo buscan en
su seno riqueza:
Vedlo ya despojado de
su antiguo misterio,
Aunque a veces, airado,
cual fiera en cautiverio,
Alcance
a fascinarnos con su altiva grandeza.
Populosas ciudades
jalonan las orillas
Del mar esplendoroso que
dio a la vida origen;
Hoy saben ya los
hombres que no son las semillas
De los dioses futuros, sino las
pesadillas
Por las que en larga
espera, sin consuelo, se afligen.
Pero yo debo huir,
rompiendo mis cadenas.
Dejaré que me guíen de
nuevo los luceros.
Desataré a los presos
que aúllan en mis venas.
Abrid vuestros oídos a
todas las sirenas.
No temáis a los mares, audaces
marineros.
Y
VES ANTE TUS OJOS…
Y vi, no sin asombro, ondular los
trigales
Allá hasta los confines de las vastas
llanuras,
Y en los frutales vi las pomas ya
maduras,
Y vi que nuevas rosas en los viejos
rosales,
Se
abrían temblorosas como alas inseguras.
Y vi cómo en la tierra germina la simiente,
Arrojada en el surco que antes abrió el
arado,
A la espera de ver, pues la tierra no
miente,
Cerrando así su ciclo, como un rico
presente,
Convertida en cosecha lo que en ella he
sembrado.
No olvides que en la gloria que así te
maravilla,
Late mi corazón y está todo mi aliento;
No olvides que en el pan en que hallas hoy
sustento,
Está la tierra madre que acogió la semilla,
Las lluvias otoñales y la mano del viento.
Yo roturé los bosques y los limpié de
broza,
Desequé las marismas y represé los ríos,
Yo afronté los calores y me curtí en
los fríos,
Yo reparé incansable lo que el turbión
destroza,
Yo que he visto mil veces mis afanes baldíos.
En
el curso imprevisto de esas transformaciones
Que fue alterando el clima, desde
tiempos lejanos,
Tras el aprendizaje de mil generaciones,
Con toscos artilugios o con mis propias
manos
Fui arrancando a la tierra sus más
preciados dones.
En todas las labores tuve por
compañeros
Con su ayuda paciente algunos animales,
- Esos hermanos nuestros, sufridos,
serviciales-,
Que fuimos convirtiendo en nuestros
prisioneros
Y a los que compensamos siendo también
mortales.
Y aun siendo prodigioso, no hay ninguna
cosecha
Que no se haya alcanzado sin esfuerzo
y fatiga,
Porque si hoy contemplas ya granada la
espiga,
No olvides que he tenido, con la labor
bien hecha,
Que arrancarle a la tierra la mies que
nos prodiga.
Yo
he sido la esperanza de los pueblos hambrientos,
Yo
he provisto a los hombres de fruta, pan y vino,
Y
aunque en mis soledades forjé los argumentos
De mitos y consejas, aun conocí momentos
En que escuché tronante la voz de lo divino.
La tierra sigue siendo la inviolable
promesa,
El centro del que mana el fuego
numinoso,
La música infinita, la fuente en que
no cesa,
Como si en ella viva, aun sintiéndose
presa,
La inquietud de los hombres no
encontrara reposo.
Hay
horas que en sosiego, tendido en un ribazo,
Veo pasar las nubes en toda su hermosura,
En tanto que a mi espalda, palpitando, me
augura
La tierra su acogida un día en su regazo,
Cuando yo caiga en ella cual la fruta madura.
SE ME DIO LA PALABRA
Se me dio la palabra, y se me dio el aliento
Por el que la poesía es canción y alabanza,
Pues sólo en la palabra creadora fundamento,
Más allá de las sombras de mi propio tormento,
Mi adhesión a la vida contra toda esperanza.
Yo sé que participo de ese rasgo divino
Por el que asciende el alma que yo infundo en
las cosas,
Para mí, como un rayo, mi pasión es destino.
Colmadme, pues, la copa, cuando yo os pida
vino,
Y dejadme que dance coronado de rosas.
Soñar
es mi castigo, pues son los soñadores
Aquellos que envenenan sus noches y sus días
Con extrañas visiones y oscuros moradores;
Mas hijo de los astros y hermano de las
flores,
Me agoto en los relámpagos de mis epifanías.
A la prosa del mundo, (pues este mundo es
prosa)
Añado con mis versos esplendor y sentido.
Yo soy el corazón que colmado rebosa,
Yo soy aquel que dice con la palabra hermosa
Lo que
en mí se hizo vida sin haberlo vivido.
A veces divinizo las cosas como Orfeo,
A veces hago claro aquello que es oscuro,
A veces soy blasfemia que se torna conjuro,
A veces soy el grito de un oscuro deseo,
O entre espesas tinieblas de repente fulguro.
Hablo
con las montañas, converso con los mares,
Mi corazón se expande por valles y llanuras,
Veo salir el sol entre nubes oscuras,
Descifro en la alta noche los signos estelares
Y
comparto la muerte con todas las criaturas.
No sé
si soy un loco, o soy un visionario,
Si he logrado el desorden de todos mis
sentidos.
¿Doy
pábulo a un dolor del todo innecesario?
Que nadie me pregunte de qué soy partidario:
Cohabito
con mis sueños y mis desconocidos.
Yo siempre entre vosotros me he sentido
extranjero,
Pero fiel a esta tierra la canto con
asombro,
No soy en ella el último ni tampoco el
primero
Que llega de otros mundos igual que un
mensajero
Trayendo una paloma posada sobre su hombro.
En realidad ignoro cuál puede ser mi meta,
Y, sin embargo, espero tenerla todavía,
Porque la vida es muerte, y en la muerte
podría
Tener algún sentido la canción del poeta,
Esa canción extraña que puede ser la mía.
Cuando todo se acabe, tras el último grito,
Cuando
en la inmensidad estalle el universo,
-Porque se cumplirá todo lo que está escrito-,
Y
después sobrevenga un silencio infinito,
Puede
entonces que se oiga, tembloroso, mi verso.
NOTA DEL POETA.
Estos versos, por su contenido y voluntad de canto, requerían la rima y la estrofa regular. Hubiera sido muy fácil, con el llamado verso libre, apoyarse en referencias extraídas de libros o de otros poetas.
La serie continuará en días sucesivos.
Estos versos, por su contenido y voluntad de canto, requerían la rima y la estrofa regular. Hubiera sido muy fácil, con el llamado verso libre, apoyarse en referencias extraídas de libros o de otros poetas.
La serie continuará en días sucesivos.